jueves, 16 de agosto de 2012



Camille pestañeó sin darse cuenta. Nunca había imaginado que Brontë había mirado tan detenidamente su iPod como para acordase de las canciones que tenía. Cuando Brontë encontró la canción que tanto estaba buscando sonrió para él. El corazón de Camille se saltó un latido. Dioses. No puedo estar babeando de esta forma; pero el grandísimo hijo de puta tiene una sonrisa que calentaría hasta el mismísimo centro del infierno. 

1 comentario:

  1. Hola.

    No sé donde dejarte este comentario, así que aquí te lo pongo.

    He escrito una pequeña crítica de un relato tuyo, Chispas azules, y me encantaría que la leyeras, y te gustara, por supuesto.

    Este es el link de la crítica:

    http://mayuamoraprimeravista.blogspot.com.es/2012/10/chispas-azules-de-aileen-still.html

    ¡Un beso!

    Mayu.

    ResponderEliminar