Hay una necesidad más grande que cualquier otra; más incluso que beber agua cuando se tiene sed o respirar cuando los pulmones se asfixian. Esa necesidad se llama escribir. Nace en lo más hondo de tu ser y se expande por todo tu cuerpo hasta llegar a las puntas de tus dedos. No importa cuando, ni donde ni como, ni cuan largo es lo que tu inspiración te deja escribir. Lo importante es hacerlo; es sacar ese sentimiento que guardas en tu interior y que no tienes ninguna otra forma para hacerlo. Porque la tinta hace bombear tu corazón, las letras son tu oxígeno y las metáforas tu agua. No importa cuantos obstáculos pongan en tu camino ni cuantas personas digan que no sirves como escritor. No hagas caso a las malas lenguas o a esas personas que su dignidad se convirtió en egolatría. Un escritor es aquella persona que escribe, no por dinero, sino por amor a las letras.

A veces pienso que soy demasiado fría. Y otras que es mi forma de sobrevivir.

Sus rubios cabellos tal oro a juego con sus irises color cielo eran envidados en el reino entero. Ella lo sabía, se regocijaba en ello y lo usaba a su completo favor.

Sabes que quizás seas demasiado diabólica para él. 

Eres fría por fuera y por dentro el volcán más caliente del planeta. 

Todo transcurría en los profundos pensamientos de una adolescente.
Nada se dejaba observar por el ojo ajeno. 

Ya es tarde para mirar a otro lado y hacer como si nunca hubiese pasado. Pero, ¿te gustaría hacerlo si aun estuvieses a tiempo? Sabes que no. Claro que no. 

Ya nada tenía sentido cuando se trataba de él. Hasta las matemáticas perdían su lógica.

Siempre deseas mostrar esa fachada de mujer fuerte, tu cara de poker y un vocabulario lo más normal posible.

Más doloroso que cualquier otra jaqueca que había sufrido. Más complicado que lograr tocar el cielo con las puntas de los dedos.

Siempre te mantuviste a distancia, oculta en tu muralla de hielo. Pero todo encuentra su final.