viernes, 21 de diciembre de 2012


     ¿Seréis tan amables, joven alma, de decirme porque brilláis tanto?—. Fingió ser amable, pero lo que de verdad quería era darle el peor castigo que pudiese.

La aludida se miró pero no pudo ver nada.

—No sé de qué habláis, anciano.

Él curvó los labios en una media sonrisa.

—Cada alma tiene un brillo y un color característico, joven. Todas las almas que vienen aquí son de color negro y no brillan; son pocas las almas que brillan un poco. Y vos, sois blanca como la nieve que cae allá en el mundo terrenal y brilláis como un alma de arriba. 

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